-¿A dónde va Sr...Bill? -Interrogó Georg quien llegaba de darse una ducha hacia su habitación en el primer piso.
-Afuera -Respondió el pelinegro simplemente sonriendo- Tom me prohibió salir así que estarán vigilando las entradas, por eso me iré por la ventana ¿Sabes que la tuya es la única que no vigilan? Supongo que piensan que ese foso me detendrá, que ilusos.
Georg arqueó una ceja perplejo.
-Ejem... Bill, te recuerdo que a diferencia de tu hermano o todos sus compinches, tú no puedes brincar cuatro metros a menos que sea hacia abajo y no te aseguro buenos resultados. -Explicó el castaño preocupado de que su amigo contemplara un suicidio.
-Tonto, claro que no puedo -Concedió Bill haciendo un gesto de fastidio-. Por eso traje esto -musitó levantando una ballesta con una flecha que estaba sujeta a una cuerda.
-Oh -dijo el de los ojos verdes ante el gesto triunfal de su amigo quien en ese momento apuntaba hacia el otro lado del foso que bordeaba la mansión.
-Entonces ¿vienes o qué? -interrogó Bill entusiasmado amarrando el otro extremo de la cuerda a la cama de su amigo y buscando una tela lo suficientemente fuerte para resistir el deslizarse en pendiente por la cuerda, como si se tratara de una tirolesa.
Esa idea le gritaba peligro por todos lados, pero no podía dejarlo ir solo. Una, por que eran amigos, y dos, por que si algo le pasaba a Bill, ya no tendría quien le defendiera ahí y los del clan lo usarían de cena.
-Oye, esos son mis Jean favoritos -Se quejó el chico mayor viendo que Bill seleccionaba unos pantalones de mezclilla y se disponía a mojarlos para darles resistencia. ¡Maldito el día en que los vampiros descubrieron el cable!, su amigo no dejaba de sacar ideas en los programas de Tv paga.
-Te compraré cinco iguales. Ahora coge unos y vamos -exclamó el pelinegro restándole importancia y se encaminó a la ventana, colocó una mochila al hombro y se arrojó.
Alarmado Georg se asomó para ver el resultado, Bill sonriente le apresuraba a seguirlo. Tomando su cartera, celular y persignándose tomó la prenda mojada, la colocó sobre la cuerda y se dejó caer.
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-Tal vez no debiste lucir tan tú para salir -le comentó Georg a Bill en voz baja solo para que él escuchara.
-…Sí, creo que tienes razón -exclamó el menor tratando de aparentar calma. En la calle todos se quedaban viéndolos fijamente, y claramente era por él. En la mansión a nadie le extrañaba verlo con el maquillaje y ropas negras, pero ahí, parecía que se hubiera bañado en pintura fluorescente pues nadie le quitaba los ojos de encima. Algunos con curiosidad, otros con sorna, y otros pocos más, con burla.
Un silbido se escuchó procedente de un grupo de chicos que estaban vestidos como Tom lo hacía antes de convertirse en un jefe respetable y empezara a usar camisas de ceda y pantalones de vestir.
-Perdone, lo confundí con la hermana de mi amigo. -Se burló un chico de pronunciados pómulos y los demás le siguieron la broma. Bill frunció el seño amenazador y Georg uso toda su fuerza para contenerlo, esa apariencia de delgadez era engañosa. A regañadientes el pelinegro siguió la caminata, desde arribaron a esa ciudad no había salido, así que ignoraba qué había o siquiera en donde estaba.
Andando algunas cuadras llegaron a un pequeño centro comercial.
-¿Te provoca un helado? -Invitó Georg y Bill entusiasmado le siguió, dentro de la heladería se encontraba un grupo de chicas que al verlos ingresar les recibieron con coquetas sonrisas. Los chicos respondieron gustosos y las invitaron a acompañarlos, aunque al principio las jóvenes se hicieron del rogar, terminaron todos en tres mesas juntas y los dos hombres rodeados por las jovencitas quienes escuchaban anécdotas de ellos (editadas claro está) muertas de risa.
El pelinegro congenió rápidamente con una morena preciosa que en todas luces estaba interesada, le miraba directamente a los ojos y sonreía por todo y por nada a la vez, se arreglaba el cabello cada cinco segundos. Georg por otro lado uso la técnica de “Hay macho para todas” y se dejaba mimar por todas las demás quienes como buenas amigas lo agasajaban y sonreían ante las bromas del castaño.
-¡Deja a mi hermana afeminado! -Gritó un tipo en el oído de Bill y este se giró sorprendido hacia uno de los tipos que momentos antes le habían molestado en la calle.
-No puede ser -soltó Georg conteniendo la risa- de verdad si te parecías a la hermana del tipo este.
Las féminas empezaron a cuchichear excitadas ante la pelea que se veía venir. Bill observó alucinado a la chica con la que conversaba y sí, era verdad que se le asemejaba, ésto le causo gracia, “como si no fuera suficiente con un solo clon”.
Pero claro, a ninguna chica le gusta que la comparen con un hombre, por muy hermoso que este sea, y antes de que supieran como, ya estaban siendo arrastrados hacia un callejón donde aparentemente les darían la paliza de su vida.
Ciertamente Bill no era un enclenque pues desde pequeños él y su hermano habían sido adiestrados. Pero contra cinco tipos no había mucho que hacer, pues encima necesitaba ayudar a Georg quien en su vida había sido agresivo muy en contra de su apariencia de rockero.
La ira le llegaba por oleadas ante el escozor de las heridas y las burlas que le taladraban los oídos. Podía notar que Georg estaba esforzándose muchísimo por no darles el gusto de verlo llorar, aprovechando la distracción del estúpido que lo sujetaba, le propinó un buen puñetazo en la mejilla izquierda que seguramente le dejaría viajando por el espacio. El tipo retrocedió dos pasos desorientado. La sonrisa triunfal del pelinegro duró poco, pues al reaccionar el hombre tenía cara homicida. Limpio un hilito de sangre consecuencia del puñetazo y se acercó a Bill con intenciones de seguir apaleándolo.
Los demás, habían detenido el escándalo para presenciar eso, incluso Georg impotente veía a su amigo con una cara asustada cuando el tipo del labio roto se inclinó apenas a un palmo de su nariz para amenazarlo.
De cerca Bill pudo notar que ese labio estaría feo a la mañana siguiente, la sangre seguía resbalando lentamente, roja, sobre la pálida piel del joven atacante, sus mejillas estaban sonrojadas, muestra evidente de la sangre fluyendo por el ejercicio. Una ráfaga de aire frío pasó por el callejón y el olor metálico del néctar de la vida inundo las fosas nasales del chico Kaulitz, no podía despegar la mirada de esa boca que no dejaba de escupir culebras contra él y gotear sangre.
Ante la sorpresa de todos, incluso la suya propia, en vez de alejarse como dictarían las leyes de la cordura, se inclinó rompiendo la distancia y bebió un sorbo de sangre directamente de los labios de su atacante. Las respiraciones se detuvieron igual que el tiempo, mientras Bill limpiaba con su lengua los rastros de rojo sobre la mandíbula, una vez terminado eso, volvió el ataque sobre los labios, los cuales esta vez mordió para obtener más.
Sus retenedores le soltaron alarmados por tan extraño comportamiento, el chico sometido a su “beso” retrocedió dando tras pies cubriéndose la boca.
-¡Estas loco! -Le gritó, al tiempo que salía corriendo seguido de sus compinches.
-¿Qué fue eso? -Inquirió Bill con los ojos a punto de salirse de sus cuencas.
-¿Y que sabré yo? Tú eres el que besa a los que te golpean -Exclamó Georg rozándose las costillas distraídamente-. Y que beso amigo, pensé que te lo ibas a comer.
Apenas terminó de decir eso, su amigo calló al piso gritando de dolor, a ese paso no tardarían en llamar a la policía. Con algo de esfuerzo se lo echó al hombro y corrió hacia la mansión, en el trayecto Bill no dejaba de gritar que le dolía la cabeza. Tal vez los tipos sí le habían dañado el cerebro y ahora estaba chalado, por eso beso al tipo en vez de meterle otro puñetazo. A dos cuadras de la casona, ya habían varios hombres y mujeres de sorprendente palidez y belleza esperándoles. Georg reconoció a Isabella una de las encargadas de conseguir los refugios acercarse hacia él seguida de otra chica que también lucia unos largos bucles castaños sin embargo esta poseía los ojos negros en vez de grises, Regina según recordaba ¿o era Renata?, no, esa era la de que usaba el mechón púrpura, siempre se confundía entre esas tres chicas, después de todo se comentaba que las trillizas Trâum eran raras y a ellas no parecía molestarles eso.
-Dáselo a Regina -Ordenó la recién llegada al castaño, quien obedeció de inmediato. Observó a la joven llevándose a su amigo y al resto de los presentes cerciorarse que no hubiera otro humano cerca-. Sígueme -indicó, y una vez más dócilmente emprendió la marcha, la preocupación le llenaba el sistema, ya no escuchaba los gritos de Bill, pero sabía que esto se debía a la inmensidad de la casa y a que sus oídos eran promedio, los otros inquilinos seguro lo escucharían.
-Entra.
Georg reconoció esa habitación como un laboratorio o consultorio improvisado, Tom siempre ordenaba poner uno para Bill en cada nueva residencia, aunque rara vez se ocupaba.
-Él estará bien -Le dijo Isabella sacándole de sus pensamientos, pudo leer en sus orbes grises que de verdad lo creía. Se vieron interrumpidos por el sonido de la puerta, alguien solicitaba entrar, sin embargo no espero a que le concedieran el permiso.
-Katrin viene en camino -Proclamó la mujer recién llegada, idéntica a su guía excepto por el consabido mechón púrpura en el flequillo.
-Gracias Renata, envía el mensaje a Andrea. Regina está con el amo -Indicó la chica viendo a los ojos de su clon genético quien asintió y se retiró a cumplir lo ordenado. Antes de que se cerrara la puerta entró una chica rubia bastante guapa que le sonaba de algún lado.
-Yo me encargo Isabella -Indicó la recién llegada y comenzó a revisar las magulladuras de Georg ante el sonrojo de éste-. Vivirás. -Concluyó sonriente y después le ofreció una paleta, el castaño arqueó una ceja ante esto y ella se justifico enseguida-. Lo vi en una película, desde entonces había querido hacerlo, pero los demás no comen dulces. Bueno en realidad no comemos y ya, así que tómala y déjame disfrutar el momento.
-Supongo que esperas que la pruebe -tanteó el chico de ojos verdes.
-Por favor -Pidió la joven y sus ojitos castaños brillaron divertidos.
-Bill. ¡Bill! -Escucharon que llamaban, a gritos, al menor de los gemelos desde el pasillo. Y segundos después un Tom muy alterado entró en el consultorio-. ¿Dónde está? -Preguntó ofuscado de que no estuviera en la enfermería.
-Apenas llegó y me informan que tuvo un accidente y resulta que no está donde debería -Empezó a enumerar el joven de rastas ya sin paciencia-. ¿Qué demonios pasa?
Georg abrió la boca con intención de hablar sin embargo, Andreas que venía entrando se le adelanto.
-Despertó Tom, Bill se transformó... -El joven Kaulitz no comprendía lo dicho, como si le hablaran en arameo antiguo en vez de alemán-. Me dirigí directamente a Dimitri en vez de correr como poseído hacia la enfermería, y ahí me informaron que Bill entro en metamorfosis. Tom, de camino acá Regina Trâum me comunicó que ya había despertado.
-No. -Respondió simplemente el chico y salió del lugar dejando a todos confundidos. Como un huracán desfiló a través de pasillos y puertas que parecían interminables hasta llegar a la sala donde los del consejo se reunían. Ahí, de pie frente a un espejo de cuerpo entero se encontraba su hermano menor. La imagen era perturbadora, la oscuridad reinaba casi por completo en la habitación mientras Bill admiraba sus nuevas características en el reflector, su piel ahora totalmente blanca, sin su sonrojo característico; sus facciones duras, no había rastro de su sensibilidad en ellos, y dolorosamente Tom comprobó por completo el cambio cuando el pelinegro se giró hacia la puerta donde estaba él, y cual dardos venenosos le disparó:
-Vez, ahora ya no necesito que me cuides -Exclamó mirando sus propias manos- ...Vete.
El universo para Tom se desintegró en esos ojos que el antaño conocía mejor que los propios, y ahora le miraban con odio.... mancillados por ese horrible tinte rojo.






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