Caos
Sin querer sonar blasfemo, Gustav sentía que con la situación actual en el clan, el Apocalipsis se quedaba corto.
Después del incidente que detonó la transformación del menor de los Kaulitz, habían tenido que cambiar de residencia lo cual no fue tan sencillo ¿Pues cuantas mansiones del tamaño de castillos creían que había en Alemania? Cada vez era más difícil encontrar algún lugar que cumpliera con los requerimientos de:
-Poder resguardar miles de vampiros
-Ser centro de operaciones
-Bodega de autos, equipo, etc.
-Tener todos los servicios básicos, incluyendo lujitos como Tv por cable, jacuzzy, Bar y salón de juegos
-Estar alejada de las demás residencias.
-¿Para que demonios quieren un bar? -le cuestionaba el rubio a Isabella una y otra vez, mientras ésta se encogía de hombros y salía de la habitación preguntándose lo mismo. El echo de la mudanza de por sí ya le tenía con los pelos de punta, además, los amos no estaban muy bien, desde que el menor adquirió sus dones, la lucha de poderes se realizaba todos los días a todas horas y en cada jodido lugar. Cualquiera diría que al estar apto para gobernar los gemelos arreglarían sus diferencias, pero no, ahora todo se resumía a que Tom alegaba que él era el mayor y tenía más experiencia y a Bill mandadole al carajo y exigiendo igualdad. Esos dos se tenían tanta frustración entre ellos que esto parecía cuento de nunca acabar.
-Yo elegiría la que está cerca del rió -Susurró una voz tímidamente detrás de él.
-¿Perdona? -Inquirió Gustav sorprendido descubriendo que su conversador era Georg el humano amigo de Bill.
-Porque así estaremos más alejados de la civilización, en la otra se rodea la casa por otros condominios pequeños -Se explicó el castaño tratando de mirar cualquier cosa menos al rubio-. Perdóname por entrometido, sólo que por el modo que veías esos planos parecía que no te decidías, en fin, me voy.
-Espera -soltó el vampiro instintivamente y después se sintió torpe pues no sabía que decir ahora-. Gracias.
Georg se sonrojó y asintió para después retirarse del salón.
Gustav separó el plano de la casa del río y lo marcó para mostrarlo en la junta como su nuevo destino. En realidad el sabía que los condominios de la otra estaban desabitados, pero si el ojiverde quería vista al río, vista al río tendría. Sonriendo emprendió recorrido hacia el infierno desarrollado en el estudio principal, ese día los gemelos convocaron junta...
-Sigo sin ver el por qué necesitamos esas armas hermanito -Argumentaba Bill con cara de aburrido ante un cada vez menos paciente Tom.
-No, claro que no, ¿qué piensas? ¿Qué en los encuentros con otros clanes nos sentaremos a toma el té? -Ironizó el mayor.
-Por supuesto que no estúpido. -Atacó el pelinegro-. Los vampiros no tomamos té.
-¿Nos permiten un momento caballeros? -Pidió Tom a los hombres del consejo, quienes salieron gustosos, nadie podía soportar más esa situación. Por más que el joven Bill ya tenía sus habilidades, su hermano mayor se negaba a dejarlo salir de misión alegando que no tenía preparación, y él otro le restregaba en el rostro el hecho de que habían sido entrenados igual.
-Nos vemos cariño. -Susurró Andrea en el oído de Tom al salir mientras éste le apretaba la mano cariñosamente.
-Sabes que él nunca podrá quererte ¿cierto? -Preguntó un joven a la guapa chica de ojos grises quien volteó a verlo con gesto altivo.
-¿Lo sabes tú? -Respondió ella, tratando de molestarlo, más ante su sorpresa el platinado sonrió.
-Si, hace ya un tiempo que lo entendí, además... -Agregó mientras arrancaba una rosa que adornaba junto con algunas otras en un jarrón colocado en el pasillo- descubrí que no me van los hombres -Concluyó regalándole una sonrisa misteriosa y la flor.
-El tinte rubio ya te atrofió el cerebro -Respondió la joven retirándose los largos cabellos de la frente ofuscada y confundida.
-Soy rubio natural -Contestó simplemente el chico alejándose por el pasillo después de guiñarle el ojo.
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-¿Ni siquiera en las reuniones puedes dejar de coquetear con esa zorra? -Preguntó Bill intentando picarle
-No vuelvas a llamarla así. Su nombre es Andrea, y es una mujer increíble -Respondió Tom acomodándose las rastas, la actitud de su gemelo para con la chica siempre le molestó-. Si vuelves a ofenderla yo...
-¿Tú qué? ¿Me atacarás? -Interrumpió su hermano menor y Tom pudo notar de nuevo la opresión en el pecho indicando que aguantaba lágrimas.
-Por supuesto que no, tonto -Contestó el chico suavizando los ojos-. Yo jamás te dañaría.
-Perdóname que lo dudé -Ironizó el menor con aspavientos molestos.
-¿Pero de qué hablas? Yo jamás te he puesto una mano encima -Se defendió el de rastas sorprendido por las palabras de su gemelo.
-Olvídalo -escupió Bill-. Has lo que quieras, por mí puedes pedir las armas si gustas, y revolcarte con Andrea ¡o con quien te plazca!
Gritó el pelinegro furioso dispuesto a irse.
-Eso sí que no, jovencito, explícate -Exigió Tom a su hermano cogiéndole la muñeca para evitar su retirada.
-¡Déjame! -Pidió Bill fuera de sí, ahora las lágrimas contenidas por dos años salían sin control. Su hermano lo abrazó como cuando niños y le susurró una canción en el oído.
-¿Qué te pasa Bill? ¿Qué te hice? ¿Por qué me odias tanto? -preguntaba Tom ahora llorando también, sacando esas preguntas que le comían la cabeza.
-Te olvidaste de mí. -Fue todo lo que dijo el menor.
-¿Pero de qué hablas tonto? -Preguntó casi gritando el de rastas- Si todo lo que hago, cada decisión que tomo es pensando en tu bien ¿O de verdad piensas que la noche de karaoke es común en un clan de vampiros milenarios?
Entre lágrimas el pelinegro soltó una risita.
-¿Qué fue lo que nos pasó Bill? -Preguntó Tom meciéndose suavemente con su hermano. En silencio cada uno analizaba su situación.
-Yo sentía que tu me odiabas ¿sabes? -Comentó Tom sacando sus pensamientos en voz alta-. Siempre que te veía tenías esa mirada de rencor dedicada para mí, y cuando no, ni siquiera me notabas, poco a poco pensé que molestándote me verías, prefería el odio a que me ignoraras -Se rió Tom nerviosamente y prosiguió-. Ves... el loco eres tú, por que aún cuando soy un idiota insoportable, lo hago por tú culpa. Porque detrás, adelante, a un lado y dentro de mis actos, siempre estas “Tu”.
Ante semejante discurso todos los presentes se quedaron de piedra. Bill entre los brazos de su hermano se acomodó más, y fuera del salón, tras la puerta, Andrea aceptaba el pañuelo que Andreas le ofrecía por la espalda y secaba sus lágrimas.
-Te odio Yndlings, porque siempre la razón la tienes tú...
Dijo la chica alejándose por el pasillo hacia sus habitaciones, dejando al chico con gesto derrotado y deseando con todo el corazón estar equivocado para evitarle a ella esa pena, aunque costara ese dolor tan intenso para él. Al final se retiró él también murmurando. –Ay, Tom Kaulitz... como me gustaría la suerte que tienes tú...
Tú, tú y tú...






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