-¿Qué día tan maravilloso no crees? -preguntó un radiante Bill irrumpiendo en la habitación de Georg, el castaño se limitó a alzar una ceja ante la extraña actitud de su amigo, apenas ayer estaba con un humor de demonio potencializado con riñas marca Kaulitz, y ahora llegaba así, tan feliz, a las tres de la mañana, a su cuarto.
-Bill... -susurró el ojiverde tratando de mantener la voz calmada, Bill alegre le asustaba mas que Bill gruñón. Se talló un poco los ojos intentando enfocar al pelinegro quien no dejaba de hablar de lo maravilloso que era el mundo, la vida y el clima.
-Tengo unas ganas locas de salir a caminar ¿tú no? -cuestionó el joven Kaulitz sin percatarse que su amigo ya se estaba volviendo a dormir. Le taladro con la mirada esperando una respuesta y su rostro decayó un poco cuando el castaño dijo:
-Bill, ahí afuera hay una tormenta... -el joven entusiasta enfocó la vista en la ventana donde, efectivamente el cielo se iluminaba de vez en cuando gracias a los relámpagos.
-¡Oh! -dejó salir el pelinegro entre avergonzado y triste, Georg suspiró resignado, ¿por qué de todo ese castillo lleno de gente, Bill tenía que escoger como confidente al único que aún necesitaba dormir?
-Vale, caminemos. -Cedió el mayor y se dispuso a tomar su bata, ahí siempre estaba haciendo frió-. Pero nada de salir, que yo sí puedo enfermarme -puntualizó y después respondió la sonrisa agradecida que le dedicó el joven inmortal.
Bill esperó paciente a que Georg encontrara sus pantuflas entre el desorden que tenía por cuarto y después emprendieron el recorrido por los pasillos y salas de su nuevo refugio. Al pasar frente al salón principal, escucharon risitas, Georg ni siquiera noto cuando bajaron hasta ahí, su habitación estaba cuatro pisos más arriba, sin embargo Bill que al parecer tenía la intención de llegar ahí desde el principio pareció arrepentirse al escuchar con más claridad las risas. El castaño agudizó el oído y miró incómodo a su acompañante quien contenía la ira aparentemente con la tensión en sus puños.
-Vamos... sólo quiero que nos divirtamos un poco... -susurraba una seductora y conocida voz de mujer del otro lado de la enorme puerta.
-No estoy de muchos ánimos, necesito terminar la estr...-Empezó a rebatir Tom, sin embargo a media palabra fue interrumpido, según los ruidos que se escuchaban por un muy apasionado beso.
Después de eso, escucharon como las cosas subían de nivel, y sin decir nada, Bill se fue dando pasos fuertes del lugar dejando a su amigo parado en medio del pasillo con “audio-porno-vampiro en vivo” del otro lado de la puerta. Algo cabreado el único humano en esa casa, decidió que era demasiado drama por un día así que suspiró y se encaminó de regreso a su cuarto, tal vez con un poco de suerte lograría dormir después de todo.
Pobre e inocente Georg.
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-Malditos ojos de infrarrojo ¿dónde demonios está el interruptor de luz? -se quejaba el joven Listing mientras deambulaba sigilosamente por el corredor, sin el chico Kaulitz con él, le estaba costando más trabajo andar a oscuras. Entre sus propios ruidos escuchó un leve sollozo que se intensificaba por momentos, su primer pensamiento fue que estuvo caminando en círculos y que llegó a la habitación en que se había refugiado el alborotador que lo metió en tamaña situación, así que confiado abrió la puerta.
La imagen con la que se topó lo dejó desconcertado y enternecido en partes iguales, en una esquina de la elegante habitación, echo una bolita temblorosa, se encontraba un joven rubio. Georg notó que a cada nuevo relámpago el chico se estremecía aún más violentamente. Con una seguridad rara en él, entró en la habitación, y al cerrar la puerta hizo más ruido del planeado, logrando que el rubio levantara la vista alarmado hacia él.
-Perdona...no quería asustarte. -Se disculpó Georg y una pequeña sonrisa se le escapo cuando Gustav avergonzado se secó las lágrimas e intentaba ponerse de pie, sin embargo un nuevo trueno lo hizo encogerse una vez más.
Dirigido por una fuerza superior el castaño se acercó y lo levantó del suelo. El otro se opuso un poco, más otro estruendo lo tuvo abrazándose al recién llegado en segundos. Georg, aprovechando la extraña situación y utilizando toda su fuerza lo dirigió hacia la cama, una vez en ella descorrió las mantas y acostó al chico que cuidaba, quien sólo se dejaba hacer impactado por la situación.
Olvidando por un momento su fobia a los truenos los ojos de Gustav se abrieron desmesuradamente cuando el castaño se metió junto con él bajo las mantas para después cubrirlos a ambos por encima de la cabeza.
-Tranquilo, tu virtud esta a salvo. -Bromeó el castaño ante la expresión alarmada del inmortal, éste carraspeó incómodo y si hubiera podido se habría sonrojado-. Sólo que pensé que no te gustaría estar solo, y... yo estoy demasiado cansado para seguir buscando mi habitación -Se excusó el ojiverde y él sí que se sonrojó.
Ambos permanecieron en un silencio incómodo y entonces otro relámpago iluminó la habitación, Gustav apretó los ojos y Georg le acarició el cabello intentando calmarlo. Increíble para él, que alguien que tenía la vida eterna se asustara de ese modo con algo tan simple como las tormentas, el rubio se acurrucó contra él y sus temblores disminuyeron considerablemente, lentamente el sueño le fue llegando a Georg, y paso su brazo debajo de la cabeza de su compañero de lecho para estar mas cómodo, cuando estaba por conciliar el sueño, Gustav le miro fijamente con sus ojos castaños y tímidamente le dijo.
-Gracias -el castaño sonrió medio embobado y le atrajo más hacia él, después de eso, se quedó dormido con Gustav contemplándolo fijamente, de pronto los rayos no se escuchaban más para él. Desde niño cuando aún el calor fluía por su cuerpo las tormentas le asustaban, al menos esa vez estaba a salvo, ya no se sentía solo...
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-¿A dónde vas Tom? -interrogó una pelinegra de ojos grises bastante molesta.
-Perdona Andrea, pero... no puedo -intentó explicar el hombre abotonándose la camisa que la chica desabrochó hace casi nada, ante la mirada estupefacta de la fémina se dirigió al amplio ventanal y lo abrió dejando entrar algo de la tormenta que se desarrollaba fuera del recinto. Sin mirar atrás se arrojo al vació, pensando una y otra vez ¿por qué no puedo simplemente estar con ella como antes? ¿Qué me detiene? Una parte de él, una que intentaba callar sin mucho éxito, le decía que no estaba bien como hacía las preguntas, que no era un ¿por qué? Si no un ¿por quien?, y esa misma partecita le indicaba que la respuesta compartía su mismo apellido.
La chica contemplaba la ventana con el corazón echo pedazos, y de sus ojos como cristal liquido brotaban lágrimas, resbalando por sus mejillas, bajando por el cuello, hasta perderse en el escote que había dejado expuesto para el que ahora la dejaba ahí, humillada y sola...
Un peso suave se instaló sobre sus hombros y pudo ver la tela de satín negro que cierto conocido suyo utilizaba para sus capas.
-Se te esta haciendo costumbre seguirme Yndlings... -Dijo la chica intentando sonar altanera. El platinado la ignoró y con paso tranquilo cerró la ventana amortiguando con esto el ruido exterior, después regresó con ella y ante su asombro empezó a abrocharle la blusa y vestirla con delicadeza, la chica le miraba desconcertada, no sabía muy bien por qué, pero ante esta conducta las lágrimas la abordaron una vez más. Andreas la abrazó susurrándole una canción al odio, intentando consolarla, ella se permitió ser débil por un instante, después, se levantó furiosa y le aventó la capa a su dueño, para retirarse y dejarlo sentado en el suelo, mirando la capa dolorido, en ese inmenso salón, completamente frustrado y solo...
Bueno...después de todo...se lo merecía por curioso y escuchar detrás de la puerta...
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